El dilema de enviar a un padre a un geriátrico
- Estudio Lis
- 18 ago
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La decisión de ingresar a un padre o madre a un geriátrico es, sin duda, una de las más difíciles que enfrenta una familia. En ella se entrecruzan cuestiones afectivas, morales, sociales y también jurídicas. No se trata únicamente de una elección práctica, sino de un verdadero dilema que interpela nuestra conciencia y, al mismo tiempo, nos obliga a considerar el marco normativo que protege a las personas mayores.
El plano moral y familiar
En nuestra cultura, la familia ocupa un rol central en la vida de las personas. Cuidar a los padres en la vejez se percibe como un deber natural y moralmente ineludible. Sin embargo, las exigencias de la vida moderna —jornadas laborales extensas, familias nucleares reducidas, falta de redes de apoyo— hacen que brindar cuidados permanentes en el hogar no siempre sea posible.
En este contexto, el geriátrico aparece como una alternativa que despierta sentimientos encontrados: por un lado, el temor de ser juzgado como “abandono” y, por otro, la necesidad de garantizar a la persona mayor una atención adecuada, especializada y segura. El dilema radica en conciliar el afecto con la realidad de las posibilidades familiares.
Los aspectos jurídicos
Desde el punto de vista legal, la Constitución Nacional y los tratados internacionales de derechos humanos reconocen la protección integral de las personas mayores, en particular el derecho a la salud, a la dignidad y a la no discriminación por edad.
La Ley 27.360 aprueba la Convención Interamericana sobre la Protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores, la cual establece que el Estado y la sociedad deben garantizar condiciones de cuidado digno y respetuoso. Asimismo, la legislación local exige que las instituciones geriátricas estén habilitadas, supervisadas y cumplan con estándares de seguridad y atención médica.
Esto significa que la responsabilidad familiar no se agota en elegir un geriátrico, sino en asegurarse de que cumpla con los requisitos legales y brinde condiciones adecuadas.
Conveniencia y prudencia en la decisión
Lejos de ser una decisión que denote desapego, optar por un geriátrico puede ser una muestra de responsabilidad cuando el cuidado domiciliario resulta insuficiente. Allí la persona mayor puede recibir atención médica continua, terapias de rehabilitación, alimentación adecuada y, sobre todo, un entorno social que previene el aislamiento.
La conveniencia de la decisión dependerá, entonces, de dos factores esenciales:
La capacidad real de la familia para brindar cuidado en el hogar.
La calidad de la institución elegida, que debe cumplir con la normativa y respetar la dignidad de la persona mayor.
Reflexión final
Enviar a un padre a un geriátrico no es un acto de abandono, sino una decisión compleja que debe tomarse con responsabilidad, transparencia y amor. El dilema moral no desaparece, pero puede mitigarse si se comprende que el objetivo es garantizar lo mejor para quien alguna vez cuidó de nosotros.
La clave está en comprender las necesidades del adulto mayor sin prejuicios, recordando que el verdadero abandono no está en confiar el cuidado a profesionales, sino en desentenderse del bienestar del adulto mayor.

Ariel Lis.
Abogado CABA y Provincia de Buenos Aires.
1161121474
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